CONVERSIÓN DEL CORAZÓN
¿A quién dirigimos el corazón?
Reflexionar sobre una conversión que no debe ser solamente una conversión exterior, sino que debe ir sobre todo hacia la conversión del corazón. La conversión del corazón que viene a ser el núcleo de toda la Cuaresma, es vista por la Escritura, como un momento de elección por parte del hombre que debe dirigir a Alguien. La pregunta es: ¿A quién dirigimos el corazón? ¿Hacia quién me estoy dirigiendo yo?.
En este período en el cual la Iglesia nos invita a reflexionar más profundamente tenemos que preguntarnos: ¿Hacia dónde voy yo?
Por un lado, un corazón que se resiste a Dios y por otro lado un corazón que se adhiere a Dios.
Mi corazón se resiste a Dios cuando no quiero ver su gracia, cuando no quiero ver su obra en mi vida, cuando no quiero ver su camino sobre mi existencia.
Mi corazón se adhiere a Dios, cuando en medio de mil inquietudes, vicisitudes, en medio de mil circunstancias yo voy siendo capaz de descubrir, de encontrar, de amar, de ponerme frente a Él y decirle: “aquí estoy, cuenta conmigo”.
Jesús en el Evangelio nos presenta esta elección, entre la resistencia del corazón y la adhesión del corazón como una adhesión por Él o contra Él: “El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue su cruz cada día y se venga conmigo.”
Una conversión que no es solamente es el cambiar de comportamiento; una conversión que no es simplemente el tener una doctrina diferente; una conversión que no es buscarse a sí mismo, sino seguir a Jesucristo.
¿Qué prefieres tú? ¿Cuál es la opción de tu vida, cuál es el camino por el cual tu vida se orienta?, ¿Qué camino llevo en esta Cuaresma? ¿Es un camino de seguimiento? .
Reflexión: ¿ He visto la Gracia de Dios en mi vida en este tiempo?, ¿ mi corazón se resiste a la Gracia de Dios?.
Necesitamos de una preparación para unirnos a la
Resurrección de Cristo
Evangelio según San Marcos; Capítulo 10
Curación de un ciego de Jericó
46 Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo –Bartimeo, un mendigo ciego estaba sentado junto al camino.
47 Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!".
48 Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten piedad de mí!".
49 Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo". Entonces llamaron al ciego y le dijeron: "¡Ánimo, levántate! Él te llama".
50 Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él.
51 Jesús le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". Él le respondió: "Maestro, que yo pueda ver".
52 Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado". En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.
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