Desde niños se nos ha mostrado una santidad heroica y lejana, de hombres y mujeres que no comen ni beben, que no van al baño, que no lastiman a sus hermanos con palabras hirientes, que no protestan. Con cara tan angelical que hasta parece falsa… y lo es.
Hace poco nos contaban que en una historia de un santo se decía que el hombre en cuestión era tan piadoso desde recién nacido que no tomaba el pecho materno en cuaresma… sencillamente tonto.
Ser de Dios es ser de los hombres, esta es la realidad que hemos pervertido, desordenado, quebrado. Entonces como hemos puesto a Dios en la vereda de enfrente ya, en muchas oportunidades, no nos habla al corazón, no nos dice nada. Y está bien que así sea, porque un Dios que desprecia lo humano es un Dios despreciable. ¡¿Cuándo creeremos en que Jesús al hacerse hombre besó todo lo humano?!
Nuestro corazón inconciente o concientemente por momentos cree que el Señor mira juzgando (es eso lo que a muchos nos han enseñado), juzgando sus caídas, su fragilidad, su cansancio (¿acaso no aprendimos que había que apretar los dientes y seguir adelante?).
Creo que este no es el Dios atento que leemos en la Palabra. Nos hemos hecho, ¡nosotros también!, un Dios a nuestra imagen y semejanza. El rostro que Dios nos muestra en su Palabra es otro. Hemos interpretado aquel "Sean perfectos", con un "no tengan defectos". Es evidente que Pedro tenía defectos (¡y no de poca monta!). Los apóstoles -los cuales en su mayoría la Iglesia considera Santos- fueron hombres que dudaron mucho más de lo razonable, que se excedieron en preguntas torpes y a destiempo (para muestra basta leer Jn. 1, 1-14). Jesús eligió a doce defectuosos, no a doce perfectos, pero esos doce defectuosos creyendo tibiamente llegaron a dejarse empapar por el amor de Jesús.
Por eso, ser santos no es lo mismo que no cometer errores, o no equivocarse. Ser santo es escuchar lo que Dios dice, e intentar con corazón sincero vivirlo. Es abrirse a lo que Otro me dice. Es por esto que es complejo decirse cristiano y nunca leer la Palabra… si no escucho ¿a quién/qué es lo que sigo? Una relación sin escucha es una relación unilateral, monologa, vacía.
Nos hemos hecho una imagen de santidad etérea, alejada, vacía. Un hombrecito con sus manitos juntas no es un santo, es sólo un hombre con sus manitos juntas. Un hombre que intenta vivir el Evangelio y viviéndolo se equivoca, tropieza, yerra, eso quizás sea más parecido a un santo. Si vivimos una religiosidad que más que abrirnos a los demás, nos cierra, tenemos un signo de que poco tiene que ver con el espíritu de Jesús.
Si nos preguntaran cuál es el camino hacia la santidad diríamos que la clave es la escucha atenta de la palabra, ella es quien abre el sendero, quien desmaraña el camino. Ella vuelve nuestro corazón de piedra en corazón de carne. Ella hace nuevas todas las cosas.
Ser santo no es un toque de la varita mágica de Dios, es un encuentro personal de amistad, de compañía. Ser santo es algo accesible para cualquiera que desee entregarse en los brazos paternales de Dios.
Gentileza de Fraternidad Franciscana de Mariló
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